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CAPÍTULO VIII, EL JUEGO DEL FARO
Trampas contra bancas de Faro:
Puede darse el caso que tanto el croupier como los jugadores estén secretamente asociados para engañar a la banca, ya que no necesariamente el croupier tiene porque ser el banquero, ya que la banca puede ser llevada por cualquier persona, por ejemplo, el propietario del salón de juegos. Un croupier sería muy imprudente si engañara a quién le da empleo (1). En una partida privada lo ideal para el tahúr es lograr convencer a un incauto para que lleve la banca, entonces tanto él como todos los jugadores son libres de entrar a la partida y ganar, y es lo que hacen.
Quizás interese saber al lector que en los Estados Unidos de América, algunos de los croupier contratados por propietarios de salas de juego o saloons como se les llama, exigen cuatro o cinco mil dólares como sueldo. Se dice que esta cantidad es la que gana anualmente un croupier experto, un sueldo un tanto alto para alguien cuya única obligación es mezclar y repartir cartas durante unas pocas horas al día, si es que es ese es su único deber. Personas desconfiadas de las que hay algunas en el mundo tienen la tentación de creer que existen más obligaciones entre las tareas del croupier que las que pueden verse a simple vista. Sea cual sea la opinión sobre el tema podemos unirnos todos y rezar en la esperanza de que sea lo mejor. Cuando un hombre es lo suficientemente idiota como para perder su dinero como algunos lo hacen diariamente en un juego en el que el sentido común debería avisarle de que tiene todas las posibilidades de ser engañado, puede considerársele un caso perdido. No hay nada que pueda inculcarle inteligencia o quitar su inclinación al juego. El único modo de tratamiento con alguna opción de ayudarle sería un largo curso sobre camisas de fuerza, a repetir en caso de que haya alguna recaída de la enfermedad.
Hace dos o tres años, en el Cabo un inglés gano en un año 5.000 libras en un desorganizado juego de faro. Llevaba la banca sin contador de cartas, sin tarjetas de registro y sin caja de reparto. Como se hacía en tiempos pasados en los Estados Unidos de América antes de que las pérdidas sufridas por aquellos que se "enfrentaban al tigre" (2), forzara la introducción de estos accesorios. Ganaba casi siempre a los mineros que jugaban contra él con polvo de oro, repartía las cartas con sus manos. Su sistema era del tipo más primitivo, consistía en tener un montón de barajas aparentemente nuevas, pero que habían sido abiertas y preparadas. Algunas estaban preparadas para que ganaran las cartas de alto valor, mientras que otras estaban preparadas para que ganaran las cartas de valor bajo. Cogía una baraja, le daba una falsa mezcla y empezaba a repartir naipes, si deseaba alterar el orden de salida de las cartas podía hacerlo en cualquier momento, simplemente dejando caer la carta superior al suelo, lo que hacía con gran habilidad sin que nadie se diera cuenta, pues el suelo estaba repleto de cartas usadas. Al no tener una persona que registrara las cartas que habían salido, las cartas que faltaban nunca se hechaban de menos. ¿Y que hay de los pobres mineros? pues bien, debieron ser un tanto torpes si su sentido común no se alteró con semejante forma de jugar. Merecieron perder todo cuánto ganó el croupier. Este tahúr está ahora cazando bobos en Inglaterra . En la actualidad actúa como gancho de un joven que gana una libra al año. Se gana la vida haciendo trampas y contando el cuento, su punto fuerte es la técnica de la dada por abajo. El autor agradece y reconoce su deuda con él por la abundante información acerca de los métodos del tahúr común inglés. Es un estafador, aunque muy agradable y caballeroso.
El Faro es un monarca de corazón duro cuyo deleite parece ser la matanza de inocentes. Uno apenas puede suponer que sus víctimas sean a menudo los herederos masculinos de Israel, Sea como sea, las víctimas del Faro apenas pueden esperar el socorro de una hija del faro, ya que su única descendencia es la codicia y el fraude, los que inclinan la cabeza y doblan la rodilla ante el Faro solo atienden a estos dos, sus hijos. Aquellos que desperdician su esencia en el Faro, forjan trabas para sí mismos, entregándose en cuerpo y alma a un maestro de ceremonias del que les resulará difícil escapar. Pasando de la metáfora a los hechos diré que no existe un juego que dé más rienda suelta a la pasión por el juego que el Faro. No existe otro juego en el que el dinero se gana y pierde tan fácilmente. Sobre todo, no existe un juego en el que las posibilidades de hacer trampas sean tan numerosas y variadas. Llámeme ludópata si éstas son cualidades que puedan recomendarse a un hombre con sentido común.
Notas:
1 Aunque por lo visto si nos guiamos por las palabras de Maskelyne en su época no era frecuente que el croupier estafara al salón de juegos, en la actualidad una de las mayores preocupaciones de los casinos es que sus empleados se confabulen con algún jugador, ya que históricamente los mayores fraudes contra un casino siempre se han llevado a cabo con alguna ayuda interna. De hecho, las trampas que pueda hacer un jugador sin esta ayuda no les preocupa en la misma medida. Porqué habria de arriesgarse un croupier a hacer trampas contra su jefe, parece más lógico pensar que debido al alto sueldo que cobraban, un croupier deshonesto haría trampas para la casa, con lo que obtendría una buena comisión además de la protección y estima de su jefe.
2 Las bancas de Faro se anunciaban con un cartel en el que aparecía dibujado un tigre, con el paso del tiempo se asoció este animal con el juego; De modo que se solía decir en lugar de "vamos a jugar al faro", "vamos a enfrentarnos al tigre", (buck the tiger).