El capitán Rees Howell Gronow, posiblemente el mejor cronista de lo que sucedía en el club Crockford, dice en su libro de 1862 "Reminiscences and recollections of captain Gronow": "Uno puede decir sin temor a exagerar que Crockford ha ganado la totalidad del capital disponible de toda la generación actual". Hacia 1830 la fortuna estimada de este antiguo pescatero era aproximadamente al equivalente actual A 170 millones de dólares, los cuales puede decirse provenían todos sin excepción del bolsillo de aristócratas aficionados al juego, que tuvieron la mala fortuna de toparse con este genio del juego de azar, a resultas de lo cual incluso hoy en día, muchas familias inglesas de rancio abolengo no se han recuperado todavía. En su época, William Crockford fue el hombre más rico de Inglaterra. William Crockford nació en Temple bar, Londres el día 13 de enero de 1776, era hijo y nieto de pescateros, ofcio que él mismo desempeñó durante parte de su vida. Creció pobre y aunque no recibió una educación reglada pronto descubrió que tenía un talento innato para con los números y el cálculo rápido de
probabilidades, qptitudes que más adelante le serían de gran utilidad y sobre las que cimentaría su fama y fortuna. Hacia 1790 ya se había convertido en jugador profesional, frecuentando las carreras de caballos y los círculos privados de juego de baja categoría, denominados en aquella época "silver hells", (infiernos de plata), en los que jugadores de baja condición arriesgaban sus chelines y medias coronas, cantidades equivalentes actualmente a 8 y 19 dólares.
En Inglaterra durante la regencia, (1815-1838), proliferaron los denominados clubs, a los que únicamente se permitía la entrada a hombres, pues a pesar de lo extendido que estaba el juego, éste no era bien considerado entre las damas, éstas últimas solventaron este problema organizando partidas privadas en las que se jugaba grandes sumas por ejemplo al Faro o al Hazard. La regencia fue un periodo de laxitud tras cuatro décadas de guerras continuadas en Europa. La juventud anteriormente ocupada en estas continuas guerras se vio de pronto con demasiado tiempo y pocas actividades en que ocuparlo, por lo que la afición al juego de azar, uno de los pocos entretenimientos de aquellos días, creció desmesuradamente.
Hacia 1800 William Crockford ya había acumulado suficiente dinero como para trasladarse a zonas más nobles de Londres como Picadilly en la que los jugadores eran principalmente comerciantes adinerados y donde las cantidades apostadas eran mucho más grandes. Se hizo socio propietario del club Waiter, donde de vez en cuando incluso los jóvenes aristocráticos que frecuentaban los exclusivos clubs White y Brooks situados en las inmediaciones, se acercaban para pasar el rato en compañía de gente más humilde. Crockford era un excepcional jugador de Whist, Piquet y Cribbage así como un avispado apostador en las carreras de caballos. En 1827, tras discutir con sus asociados abandonó el club Waiter y con lo mucho que había ganado compró en el número 50 de la calle Saint James un exclusivo local en que montó su club de juego original "The St. James club, que inmediatamente se puso de moda. Se dice que fue aquí donde el cuarto duque de Sandwich inventó el alimento que lleva su nombre.
En 1828 Crockford construyó entre los números 50 y 53 de la exclusiva calle St James un nuevo club llamado igualmente "The St. James's Club", diseñado por Benjamín y Philip Wyatt, que pronto pasaría a ser conocido popularmente como el "Club Crockford" o el " Salón del pescatero". El club se hizo famoso y exclusivo de inmediato, no había celebridad o millonario que no pugnara por ser socio de tan distinguido lugar. Entre sus miembros más selectos se encontraba el duque de Wellington, vencedor de la batalla de Waterloo y
ministro entre los años 1828 y 1930, era por entonces el hombre más respetado del país, y aunque era un miembro atípico del club, pues no le gustaba apostar, según Henry Blyth dice en su libro "Hell and hazard": "Su influencia tuvo que ser considerable a la hora de crear una atmósfera de tranquilidad, moderación y buenos modales". Este tipo de miembros beneficiaban a Crockford, pues los demás clubs de esa época solían ser lugares peligrosos en los que las grandes pérdidas solían llevar a peleas muy violentas.
De sus años como jugador en los clubs de Picadilly Crockford obtuvo buenas enseñanzas, sobre todo relativas a la forma de gestionar una banca de juego de azar, los más comunes en esa época eran el Faro y el Hazard, siendo este último juego el más jugado en el club Crockford. Aprendió también los mejores métodos para conseguir y conservar a los jugadores, a saber.
- Que no era necesario hacer trampas para ganar, ya que incluso en un juego honrado si la banca tiene un margen matemático la ganancia está asegurada.
- Que era de vital importancia asegurarse que los jugadores tuvieran la impresión de tener algún tipo de control sobre los resultados de su juego, incluso aunque estos dependieran únicamente del azar.
- Se dio cuenta de que el mejor modo de atraer a los ricos aristócratas era crear un ambiente exclusivo, cómodo y moderno en el que pudieran sentirse como en casa y en el que el juego no fuera más que una más entre otras muchas diversiones. Con este objetivo no escatimaba en gastos, por ejemplo, contrató los servicios del cocinero francés Eustache Edu, considerado el mejor cocinero de su época, formado en la corte de Luis XVI, cuyo sueldo era de 2.000 libras, lo que actualmente equivaldría a 300.000 dólares, mientras que el sueldo anual de cualquier otro cocinero de fama era de 20 libras anuales. A Ude le sustituyó Charles Elmé Francatelli, (1805-76), otro cocinero de renombre mundial.
Según cuenta Richard Bentley en su libro "Miscellany" uno de los puntos fuertes de William Crockford era que conocía a la perfección los recursos financieros de cualquier joven rico aristócrata inglés. Llevaba un libro de registro en el que según Bentley: "Anotaba el día y hora de cualquier nacimiento que en el futuro fuera a convertirse en una gran fortuna. A menudo sabía más sobre las perspectivas económicas del joven heredero que él mismo". Después, pasado el tiempo, no escatimaba esfuerzos para atraer a su club, a estas jóvenes promesas de futuros incautos.
El verdadero genio de Crockford fue saber atraer y mantener a un innumerable grupo de ricos y aburridos aristócratas deseosos de jugar apasionadamente como se hacía en la época, mientras daba la sensación de que el verdadero objetivo del club era reunirse para charlar, cenar o pasar un buen rato con los amigos. Se estima que en las dos primeras temporadas desde su apertura, más de 40 millones de dólares cambiaron de manos en el club Crockford. En aquella época se jugaba de forma desmedida, por ejemplo, Lord Rivers perdió en una sola tarde 23.000 Libras, lo que equivaldría hoy a tres millones de dólares. El segundo conde de Sefton, un derrochador consumado perdió en el transcurso de unos pocos años 250.000 Libras, el equivalente actual a 33 millones de dólares. A su muerte debía a Crockford la cantidad de lo que hoy serían cinco millones de dólares, deuda que su hijo tuvo que afrontar y liquidar.
En la época en que Crockford regentó el club, el juego estaba prohibido en Inglaterra, a pesar de que fue regularmente acusado de regentar un club de juego jamás fue citado a juicio. Las penas por este delito eran la prisión o el destierro, sin embargo, Crockford supo evitarlo mediante grandes sobornos a la policía. En 1844 se creó una comisión parlamentaria para estudiar el creciente problema del juego en Londres, en esta comisión el Comisario de policía declaró que el club Crockford no era más que un club común en el que muchos de sus socios no jugaban. Como resultado de esta comisión parlamentaria se dictó la Ley del juego de 1845, cuya principal disposición era dictaminar que una apuesta no era ejecutable de igual modo que un contrato legal. Esta disposición estuvo vigente hasta el 1 de septiembre de 2007. Como puede verse, durante los veinte años que estuvo abierto, la influencia del club Crockford en la vida social londinense fue enorme. En 1827 el poeta Henry Luttrell escribió un poema de 112 páginas titulado "Crockford house, a rhapsody". El club Crockford abrió en noviembre de 1827, cerrando en 1945. Fue refundado en 1928 para cerrar definitivamente en 1970.
William Crockford murió el día 24 de mayo de 1844, de un infarto según se decía provocado por el disgusto sufrido por la manipulación de la carrera de caballos The Epsom Derby, que en el año 1844 fue fraudulenta, generando un grandioso escándalo. El caballo de Crockford, "Ratan" era el favorito para ganar la carrera, días antes de celebrarse la misma, éste fue envenenado, lo que provocó la ira de William que desembocó en una apoplejía que resultó fatal. Además, tenía otra yegua preparada para el Oak que se celebra en el mismo día en el Epsom Derby. Esta yegua estaba fuertemente respaldada con grandes apuestas. De conocerse la noticia de la muerte de Crockford la yegua sería inmediatamente descalificada, de modo que los allegados de Crockford, que había hecho grandes apuestas a su favor, apoyaron el cuerpo del mismo a una ventana de su casa de Epsom, que tenía vistas al hipódromo, de modo que la multitud pudiera verle, descartando con ello cualquier rumor acerca de su muerte. Finalmente, la yegua de Crockford ganó la carrera, pudiendo los apostantes cobrar sus apuestas antes de que se descubriera la artimaña. Como puede deducirse, Crockford estuvo jugando y ganando hasta el último día de su vida y al igual que en el Cantar de Mio Cid, ganó su última batalla, (entiéndase partida), después de muerto.
Notas:
William Crockford fue caricaturizado en innumerables ocasiones, en muchas de estas caricaturas se le menciona con el apelativo de tiburón, seguramente debido a su avidez de dinero. La primera de esta página es una caricatura de Thomas Rowlandson hecha en 1925, en la que se le llama Crockford el tiburón. La última caricatura, de 1828, representa la fachada del club Cockford, en cuyas escaleras puede verse al mismísimo William Crockford con cabeza y mandíbulas de tiburón, bajo sus pantalones puede verse una pezuña hendida. En sus manos sostiene el sombrero y un naipe, un joker mientras se dirige a John Bull, un paleto, invitándole a entrar diciendo: "Le ruego que entre Sr. Bull, le aseguro que encontrará compañía selecta, por lo menos déjeme regalarle una carta". Éste por su parte, huye del monstruo con el pelo erizado mientras exclama: "No, no entraré, el lugar no es seguro, sé que el club está podrido, además no me gusta ese viejo tiburón". A través de las ventanas pueden verse a los miembros del club representados como demonios con cuernos y fauces abiertas. Ambas caricaturas pertenecen al British Museum.